No acostumbro a utilizar mucho el navegador gps, pero estas vacaciones la combinación navegador gps y lo último de Donald Norman me ha dado por pensar un poco acerca de estos dispositivos.
Una pequeña historia, mi navegador me dijo que era por aquí
En abril de 2006 una docena de conductores creyeron más en las instrucciones que daba la pantalla de su GPS que en las señales que a uno y otro lado de la carretera alertaban de que el puente que cruzaba el río Avon, a su paso por Luckington (suroeste de Inglaterra) estaba cortado por obras.
Como consecuencia, una docena de coches tuvo que ser rescatada del río. The Times reflejaba el testimonio de una mujer, con su anciana madre a bordo, que se justificó: «¡Mi navegador me dijo que era por aquí!».
Confianza en la tecnología
Todo va de perlas, hasta que algo no sale como esperábamos. Se ha dado más iniciativa, más inteligencia y más personalidad a los objetos que nos rodean. La elección del camino a seguir durante un viaje ha dejado de ser un motivo de discusión entre los viajeros para creer a pies juntillas lo que nos dice un aparato insignificante.
Pues a mí no me gusta
Me gustaría poder participar de la elección que hace el navegador. Me gustaría que me dejase opinar. A pesar del tiempo de desarrollo, de la cantidad de opciones que incluyen, de los mapas casi perfectos. No, no me deja opinar. No hay diálogo. No hay interacción persona-máquina.
Hey, si que puedes configurar la ruta
Es cierto, puedo hacerlo. A priori. Me da hasta 3 opciones. La más rápida, la más corta y evitando peajes. Una configuración que tengo que hacer. Antes. Y que se queda marcada para el próximo viaje. Hasta que yo lo modifique.
Pero nunca sabré cual es el método que ha elegido para recomendarme una u otra ruta. A menudo quiere meterme por carreteras secundarias. Por carreteras que atraviesan multitud de localidades. Ese silencio y ese secretismo hace que genere desconfianza en mí.
¿Por qué no tomamos la decisión juntos?
Me encantaría que el sistema me propusiera alternativas. No más de 3 o 4. Indicándome porqué ha seleccionado esas rutas para mí. Este podría ser un ejemplo. En él me indica las rutas posibles. Los kilómetros a recorrer. Las ventajas y los inconvenientes de cada una de ellas.
Un poquito más allá
Sí, algunos navegadores ya lo están haciendo. Pero… vamos a pedir un poco más. ¿Por qué estos sistemas no aprenden? La inteligencia artificial más avanzada es la de los video juegos. ¿Por qué no adaptarla a los sistemas de navegación? El sistema me conoce, sabe cuando sigo sus instrucciones y cuando cambio su ruta por otra. Sabe qué tipo de carreteras me gustan más por las elecciones que hago durante la conducción.
Se trata de que estos sistemas examinen el entorno y el contexto, y aprendan de él. De nuestros actos. Para que, poco a poco ajuste sus rutas mejor a nuestros gustos. Hasta que sea verdaderamente útil. Y no sea un «canta radares».
Publicado mas o menos el 20 de septiembre de 2010 a las 2:15 am por César García Gascón, archivado en las categorías Diseño de interacción, Usabilidad y etiquetado cómo Diseño de interacción, interacción, interfaces, Usabilidad. Siéntete libre de comentar un poco más abajo si quieres.