Es raro encontrar un parking semi vacío. Si. Pero existen. Sobre todo a primera hora. O a última. Y, en estos momentos, decidir dónde aparcar debería ser una decisión puramente racional. Es suficiente con calcular la distancia a la puerta de entrada, o a la de salida. Aparcar. Y salir del coche. Así de fácil.
La toma de decisiones
Pero, cuando nos encontramos con tantas opciones. Con tantas plazas vacías. No somos tan racionales como se supone que deberíamos ser. Así que nos buscamos unos atajos mentales. Atajos que que tenemos imbuidos en nuestra mente como principios básicos de supervivencia y que están para ayudarnos a llevar nuestra vida diaria simplificando el proceso cognitivo.
Lo que hacemos es preguntarnos… ¿Para que voy a estar pensando en el mejor sitio para aparcar si ya ha decidido alguien por mi? Y en estos casos de carga cognitiva somos mas propensos a seguir el ejemplo de otras personas. A seguir las prácticas habituales. O a las tendencias. Así que nos dejamos llevar por el «si alguien ha aparcado allí… será por algo». Por lo que aparcamos y nos olvidamos del tema.
El señor Edmund Hick
Edmund Hick evaluó la capacidad cognitiva información en los experimentos de reacción de elección. Esto es que cuando nos enfrentamos a tantas opciones como espacios en un parking todo se vuelve más confuso. Y nos frustra no saber si la elección es la correcta. Así que recurrimos a hacer lo que es más fácil o, peor de todo, nada en absoluto.
Resumiendo, la ley de Hick:
«El tiempo que se tarda en tomar una decisión aumenta a medida que se incrementa el número de alternativas.»
Edmund Hick
Así sobre el papel la idea de tener diferentes alternativas a la hora de tomar una decisión es buena. A más alternativas. Más satisfacción. Eso funciona en teoría. Porque en la realidad surge la llamada paradoja de la elección, a más opciones más frustración.
Si queremos obtener un valor real de esta ley hay que incorporarla desde el primer momento del proceso. Desde el diseño del servicio hasta el diseño de la interfaz. Reducir el nivel de atención del usuario desde su comportamiento básico. Desde saber qué es lo que necesita. Limitando así el número de decisiones que tiene que hacer. Pero todo es un mismo proceso. No sólo se trata de reordenar el menú. Se trata de incorporar este principio desde el inicio mismo del servicio para proporcionar un verdadero valor a los usuarios y para reducir esa incertidumbre.
La próxima vez que quieras añadir un servicio, una opción, una idea o cualquier ysi… recuerda cómo te enfrentas tú mismo a la hora de seleccionar una plaza de aparcamiento en un parking semi vacío. Si lo encuentras.
Bonus track
El libro de Barry Schwartz, The Paradox of Choice: Why more is less también habla de estas cosas. Y lo cuenta mejor. Mucho mejor. Es muy recomendable.
Publicado mas o menos el 4 de febrero de 2013 a las 1:13 am por César García Gascón, archivado en las categorías Diseño, Diseño de interacción, Experiencia de usuario, Personal, UX y etiquetado cómo Experiencia de usuario, experiencias, historias, interacción, interfaces. Siéntete libre de comentar un poco más abajo si quieres.